SI QUIERO

15.11.2021

Al final fue más el miedo pues realmente me sirvió el vestido, la iglesia se organizó a tiempo (literalmente justo a tiempo) y llegué a la boda puntual, bueno realmente tardé unos 5 minutos, pero para la llegada de una novia este tiempo es prudencialmente puntual.

Camino a la iglesia Juan José, mi primo de lazos familiares, mi hermanito de corazón y conductor elegido para llevarme a la boda intentaba hablarme y ponerme conversación sobre cualquier tema que se le pasara por la cabeza, sin embargo, yo seguía en modo avión y creo que me limitaba a responder lo básico. Cuando estábamos a 20 metros de la iglesia (literalmente) entré en razón y comencé a sentirme muy nerviosa: me temblaban las piernas, me sudaban las manos, mi corazón estaba acelerado y sentí mariposas en el estómago.


El carro paró y en ese momento todos los invitados comenzaron a mirarme. Mientras mi mamá me ayudaba a bajar del carro y a organizar la cola y el velo del vestido, yo trataba de disimular, pero no sabía para donde mirar. En el mismo momento que llegué yo, llegó uno de mis pajecitos y con la cohorte completa para entrar, comenzó a sonar la canción que elegimos para ingresar a la iglesia. Para ser honesta en este momento me sentí incomoda, el velo era muy largo y se me estaba enredando en todas partes, además, según mis amigos, yo me sentía tan asustada que en mi cara se podía leer alegría y pánico al mismo tiempo. Entramos a la iglesia, adelante de mi caminaban Emilio y Olivia que llevaban las argollas y las arras, y yo entré en el medio de mi abuelo y mi padre, quienes me "entregarían" como gesto tradicional en la ceremonia, los primeros pasos que dimos fueron inciertos, pero cuando llegué a la mitad del camino y tomé del brazo a Sebastián sentí mucha alegría, paz y tranquilidad.


Seguimos el camino juntos hasta llegar al pie del atrio donde nos esperaba el padre Franklin, recuerdo sentirme plena y muy feliz, sonreía y tenía la duda de que no estuviera soñando. Sentí la ceremonia amena y el tiempo pasó volando, hablamos del amor, del respeto y sobretodo de la felicidad. En el momento de decir nuestros votos (los cuales nos habíamos aprendido de memorial), olvidamos todo gracias a los nervios y fue así como terminamos leyendo mientras temblábamos y sonreíamos, luego tomamos las argollas que nos pusimos y con un "SI QUIERO" todo cambió. En ese momento nos besamos mientras las personas aplaudían y mariposas amarillas raboloteaban por la iglesia.


La ceremonia finalizó, acudimos al atrio a firmar el contrato de matrimonio, junto con Dani y Juanes, nuestros padrinos de matrimonio, luego nos tomamos un par de fotos y salimos de la iglesia donde nos esperaban nuestros amigos y familiares, con abrazos y felicitaciones. No niego que fue un momento difícil para mi, ya que generalmente no me gusta abrazar a las personas, pero el momento lo ameritaba y yo estaba muy feliz, fotos aquí, fotos allá.


Sebastián se puso un sombrero, nos montamos al carro, Juan José arrancó y ahora sí "QUE VIVAN LOS NOVIOS

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