#7: UN FUTURO PROMETEDOR

21.02.2020

José era un niño curioso, inquiero e inteligente, siempre estaba desarmando todo lo que encontraba. No podía quedarse quieto, jugaba con un balón, corría, paseaba en bicicleta, y cuando estaba en casa tocaba guitarra, batería y tambor.

José era un muchacho deportista y simpático, prefería el deporte y los buenos amigos, nunca consumía licor en las fiestas. Siempre manejaba el auto de su padre, era un buen hombre, pero quería ser un "don juan", invitaba a salir a las niñas por aparentar un poco de popularidad.

José era una joven alegre, con un futuro prometedor, había pasado los primeros filtros de los cazatalentos estadounidenses y sus calificaciones eran lo suficientemente buenas para obtener una beca en una reconocida universidad del continente norteamericano. Además, tenía una novia, Ana, una joven estudiosa y bella, con quien cualquier chico querría salir, sin embargo, no le gustaba salir con ella, siempre tenía la excusa de dedicar más tiempo al deporte.

Realmente a José le gustaba entrenar, porque se deleitaba viendo a los chicos desnudarse en el camerino, desfilando sus cuerpos tonificados hasta las duchas, donde después de quitarse el sudor, se secaban, pero nunca se tapaban, como solo eran hombres, carecían de pudor. José hacía lo mismo, pero siempre se amarraba la toalla en la cintura, debía mantener su imagen, así que sus compañeros de camerino nunca sospecharon.

Inseguro de su carrera, sus relaciones y su forma de ser, llegó a un bar y comenzó a beber, comenzó a ir los viernes, luego día de por medio, empezó a faltar a los entrenamientos y para rendir despierto consumía cocaína. José tenía nuevos amigos, vivían en un barrio cercano a su casa, eran un par de años mayores que él, no trabajaban ni iban a la universidad; sus nuevos amigos le presentaron la heroína, llevando su vida y su futuro a la indigencia.

Su padre lo echó de la casa, no por gay sino por drogadicto y cobarde, su madre a diario rogaba que lo dejara regresar, y aunque su padre accedió, durante meses no pudieron encontrarlo. Un día su madre fue al centro de la ciudad y vio a José tendido en una acera sobre la avenida principal, desubicado, perdido, desnutrido, era un indigente y mientras su madre se acercó, un bus lo atropelló, pisando sus pies que se asomaban en la calle.

Ahora José es un señor, fue un hombre triste y enfermo, tendido en una cama, atendido por enfermeros, como consecuencia del miedo que le provocó aceptar la realidad. La cobardía y las drogas lo postraron en una cama, pero Raúl un enfermero le devolvió el amor y las ganas de vivir. 

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