#46: NO SOMOS DE CRISTAL
Pese a que, encajo estrictamente en lo que la filósofa española Monserrat Nebrera ha catalogado como "la generación de cristal", me declaro inocente de pertenecer a esta categoría. Ello, porque a pesar de ser hiper sensible -como yo lo llamo- y a menudo sentirme vulnerable, creo que estoy hecha de algo más que de cristal.
Desde que tengo uso de razón mis padres trabajaron arduamente para brindarme una excelente educación, pues por fortuna ellos consideraron que esta era la mejor herencia que se puede dejar a los hijos. Por ello, pese a pasar la mayor parte de mi infancia en un barrio popular, estudié en uno de los mejores colegios del departamento. Gracias a ello, tengo lo mejor de dos mundos y que, pertenecer a una clase media-alta me hizo comprender las problemáticas del tercer mundo de primera mano, y, además ponerme en una posición de ventaja frente a la mayoría de la población tercermundista (por el acceso a los medios que otras personas carecían).
No tengo nada que cuestionar de la educación académica, ni emocional que me dieron mis papás, pues creo que fue excelente y que hicieron lo mejor que pudieron, para mí y mis hermanas, con los recursos y los medios que tuvieron a la mano. Crecí bajo normas y disciplina, la palabra de mis padres siempre fue la última palabra, estudié en el mejor colegio de la ciudad, fui excelente estudiante, entré a un equipo deportivo, entrené duro durante años, participé en torneos, entré a una de las mejores universidades del país, sin embargo, nunca me enseñaron reconocer mis emociones.
Cuando era un bebé mis padres estaban en la universidad, así que, mis abuelas me cuidaban, mientras ellos estudiaban. Cuando comenzaron a trabajar, una empleada doméstica nos cuidaba a mis hermanas y a mí, mientras ellos trabajaban. A veces los necesité emocionalmente y aunque no estaban todo el tiempo, siempre llegaban a casa a brindarnos mucho cariño y amor.
No obstante, crecí con miedo y con vacíos, como todos los seres humanos, pero, además crecí con la guerra frente a mis narices. Mi abuelo materno fue asesinado por paramilitares; la familia de mi madre padeció directamente la guerra civil colombiana que terminó desplazando a todos los ancestros a la capital de Antioquia; tuve miedo todas las noches en las que mi papá o mi mamá llegaban tarde a casa a si fuese unos minutos; tuve miedo de la delincuencia común y cada vez que estallaba pólvora, temía que fueran balas... Tuve miedo, pero no le decía a nadie que sentía temor.
La violencia no desapareció, pero las cosas mejoraron y con la llegada de la globalización, el mundo y el mercado se volvieron más competitivos. Como consecuencia, los niños que seríamos el futuro del país debíamos estar preparados, es decir, aprender habilidades tecnológicas, hablar varios idiomas, preparar para debates, etc. No obstante, nadie nos habló de la inteligencia emocional.
¿Por qué de cristal? ¿Por qué somos sensibles? Y como no serlo, si lo hemos visto casi todo. Crecimos en guerra, conocemos el sufrimiento, fuimos prácticamente programados en los académicamente para el éxito y el futuro, pero no para la vida, claro está (además, ahora debemos sumar una de las pandemias más grandes de la historia de la humanidad). Pero, la aparición de problemas psicológicos no se puede justificar ni generalizar con una generación. Pues si es cierto que somos más sensibles, pero también, estamos es más abiertos a ayudar, comprendemos ampliamente los valores, respetamos las libertades y somos intolerables a las injusticias.
Y, realmente no creo que el concepto esté mal estructurado desde un punto de vista sociológico, lo que encuentro cuestionable es el hecho de que los adultos mayores y en general la población lance duras críticas sobre los millennials y centennials, por el mero hecho de ser sensibles, "poco tolerantes", propensos a las enfermedades mentales, y en conclusión, emocionalmente inestables ... ¿Cómo si las enfermedades mentales fueran una decisión de las personas?
No niego que como seres humanos tenemos mucho que mejorar y que, como generación tenemos mucho trabajo por mostrar al mundo. Sin embargo, considero que, los mayores insisten en llamarnos "la generación de cristal" porque ellos saben realmente de que estamos hechos y quieren hacernos creer que podemos quebrarnos. Pero, no podemos porque somos de acero.
El mundo quiere hacernos creer que no podemos luchar, que no tenemos fuerza para levantar la voz, que tenemos que seguir los estereotipos, porque no saben como enfrentarse a una lucha masiva de libertades, justicia y derechos humanos, así que, tratan de desmeritarnos como personas. Pero, estamos aquí para demostrarle que somos de acero, solo que estamos estresados.
