#24: MI ABUELO, MI SEGUNDO PADRE

21.06.2020

Santiago María Martínez Monsalve, tenía nombre de libertador, pero decidió que un bajo perfil sería mejor, así que se llama SANTIAGO. Como buen policía, es disciplinado; como buen godo, es estricto; como buen padre, es amoroso y responsable; y como buen hombre, es sencillamente él. Es un ser humano justo, amante de la política y la música, es autodidacta, es un hombre entregado a su familia y amigos, y quienes hemos tenido la oportunidad de conocerlo sabemos que sencillamente un ciudadano ejemplar.

Como policía su vida estuvo llena de traslados y mudanzas a diferentes ciudades, pero en el camino construyó una familia de la mano de su esposa Blanca (Q.E.P.D.). Tuvieron tres hijos, tres varones, tres niños que juntos educaron y se convirtieron en señores. Pese a su convicción ideológica e ideales conservadores, siempre supo reconocer el valor de la mujer, tanto en la familia, como en la sociedad.

Entonces, un día, el hombre duro y estricto comenzó a cambiar, el destino habría determinado que su corazón se debía ablandar y sus ojos comenzaron a brillar como nunca lo habían hecho. Aunque aún era joven, sería abuelo, abuelo de una niña.

Laura, su "negrita", la niña de sus ojos, su nieta e hija que nunca había tenido. Su vida cambió, su ternura surgió, había explorado emociones nuevas, o quizás exteriorizando aquellas que ya sentía. Se convirtió en el segundo padre de esta pequeña, y bueno, aparentemente esta es la labor de un abuelo.

También fue el segundo padre, para su nuera Marcela, quién años atrás habría perdido al suyo. De igual manera acogió en su corazón a cada una de las mujeres con las que sus hijos decidieron compartir su vida, y con el paso de los años a cada uno de sus nietos, que el camino le fue dando, 7 nietos, 5 mujeres, y dos hombres. A todos los ama, su nuevo corazón se derrite por cada uno de ellos, yo soy una de ellas, tengo la fortuna de que Santiago sea mi abuelo.

Hace un par de años estuvo a punto de partir, pero Dios determinó que aún tenía algunas labores que hacer en el mundo, y como ya nos habíamos despedido, su recuperación fue recibida como lo que realmente fue, un milagro.

Recuerdo que en esos días me decía que quería vivir para verme recibir mi grado como abogada, y lo logró. Y el día en que me case, también sueño que esté ahí, para que, junto a mi padre, me entregue en el altar.

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