#18: ABUELA BLANCA (MES DE LAS MADRES)

01.05.2020

Su nombre hacía honor a su belleza, pese a su corta estatura y origen campesino, era una mujer con mucho glamour. Su piel era blanca como la nieve, blanca como su nombre, Blanca. Su cabello era negro y brillante, negro como una aceituna, negro como una oliva, su nombre Olivia. Siempre llegaba a casa con un detalle, como un detalle son las flores, flores como su apellido Flórez. Fue una mujer empoderada en su rol femenino, con rasgos antioqueños de matriarca, entregada a su familia, por ello, pese a las posibilidades legales de dejar de lado el apellido marital, decidió conservarlo y portarlo con orgullo porque más que marital, era un símbolo familiar; por eso era de Martínez, Blanca Olivia Flórez de Martínez. Martínez y no de Santiago María. No, ella era de Martínez porque era la madre de Carlos Mauricio, Nelson Alonso y Santiago Humberto. Era de Martínez porque era la abuela de Laura, Sofía, Salomé, Samuel, José Miguel, Marianna y sin saberlo, también fue la abuela de Olivia.

La quinta de seis hijos, la menor de las mujeres de la familia Flórez García había sido dotada con cualidades excepcionales para el arte, que solo podían traducirse en una sensibilidad especial de percepción del mundo. En su niñez ya era modista y negociante. Modista porque había aprendido el oficio de su madre Carlina, a quien desde niña ayudaba a trabajar para sostener la familia y pagar los estudios del hijo mayor que había decidido ser cura, oficio que aprendió a transformar en arte. Negociante no porque fuese una mujer dedicada al comercio, era negociante porque debido a su vanidad prefería no hacer las labores de campo, así que pagaba a sus hermanos mayores con las ganancias de la modistería, para que ellos lo hicieran en su nombre.

Se casó con un joven policía, de ideales conservadores. Para ella las diferencias políticas y sociales no fueron un impedimento, era una mujer liberada, usaba minifalda, botas largas y en su familia izaban con orgullo la bandera del partido liberal. El rojo era uno de sus colores favoritos, tenía camisas, camisetas y un hermoso conjunto de ese color, Santiago su marido a penas si podía ver el color rojo en la ensalada; él se quedaría por siempre con el azul. Las ideas claras y la determinación de ambos no fueron grandes obstáculos en su relación, formaron una familia en la que perduraría el apellido masculino, pues tuvo tres hijos y los tres fueron varones. De manera inconsciente a todos les enseño a ser buenas personas, buenos padres, a ayudar en casa, se podría afirmar que les enseñó a respetar a las mujeres y que rechazaba rotundamente el machismo. Claro está, era ama de casa y las épocas eran diferentes, pero sin duda alguna tenía un alma vagamente feminista.

Siempre quiso tener una hija, quizás para sentir compañía, pero ella decía que era para consentirla y hacer vestidos que pudiera desfilar con orgullo. Como no la tuvo, adoptó en su corazón a sus sobrinas, y años después la vida le regalaría nueras y nietas a quienes consentir. Laura, su primera nieta fue sin duda la más beneficiada, las niñas aún usaban vestidos confeccionados y ella estaba preparada para desfilar todo tipo de trajes diseñados y elaborados por su abuela, era su nieta, pero por primera vez Blanca tenía en sus manos la niña que nunca tuvo. Fue feliz con Santiago viéndola dar los primeros pasos en su comedor y pronunciando sus primeras palabras en el balcón de su casa, la casa de los Martínez Flórez.

Sus manos eran delicadas y frágiles, realmente era artista de la moda. No estudió diseño, patronaje ni artes plásticas, pero sus creaciones no tenían nada que envidiar a los trajes que se desfilaban en las pasarelas de Cartagena, París o Nueva York. En principio cosía para sus vecinos y familia, luego comenzó a confeccionar los vestidos de matrimonio más lindos de Antioquia, prestaba un servicio integral a las novias de Rionegro, pues la confección del traje incluía un par de horas de un pequeño pajecito que perdió la cuenta de todos los matrimonios a los que asistió, "pito-argolla" le llamaban sus hermanos.

Además de los trajes de novia, confeccionaba vestidos de grado, disfraces y todo tipo de vestimenta para su nieta Laura, quien se había convertido en su maniquí perfecto. Vestidos, disfraces, gabanes, trajes típicos y hasta trajes en papel periódico, ella estaba dispuesta a lucir todo lo que su abuela le cosiera y Blanca estaba dispuesta a coser todo lo que Laura le pidiera.

Sin embargo, en su vida no todo fue color rosa, a su lado también se vivieron momentos muy difíciles y tristes, de la mano de diferentes enfermedades, las cuales en familia siempre se supieron apoyar, no solo por amor, sino también en agradecimiento y retribución por todo aquello que ella había hecho por su familia. Lastimosamente es el precio que se paga en la vida debido los excesos de sensibilidad, pero que al final valieron la pena porque la emotividad dotó a Blanca de una extraordinaria vocación de servicio que hoy se encuentra casi extinta.

Pese a todo, fue una mujer feliz y trabajadora, que supo transmitir sus conocimientos empíricos a quienes amaba, aunque seguramente lo intentó, ninguno de sus hijos aprendió a coser, pero regaló lecciones de vida más valiosas que un oficio, maestra del arte del servicio, de madre y abuela, que dentro de su imperfección enseñó a todos que el sentido de la vida está lejos del egoísmo y más cerca de la tolerancia y del servicio.

Blanca Olivia Flórez de Martínez; partió hace 6 años del plano terrenal, pero en quienes la conocieron dejó huellas que nadie podrá olvidar. Santiago se quedó con su compañía fiel e intacta, Mauricio con su vocación de servicio, Nelson con su valor por el trabajo, Santiago Humberto con su fe, Salomé con su sensibilidad, Sofía con su vocación de arte, Marianna y José Miguel con su picardía, Samuel con su disciplina, Olivia con su segundo nombre que nos recordará siempre su presencia en nosotros, y si le preguntan a Laura, afirmará que se quedó con sus mejores recuerdos.

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